Disculpe, señor, pero no puedo dejarlo pasar.
Al señor que no dejaban pasar no le hizo falta decir: “¿Pero vos sabés quién soy yo?”. En ese 2015, ya todo el mundo, y sobre todo en Gran Bretaña, lo conocía: era nada menos que Lewis Hamilton , ya en ese entonces dos veces campeón de la Fórmula 1 (de hecho, en ese 2015, lograría su tercer título). Sin embargo, poco importó: Lewis llevaba una camisa hawaiana y, para ingresar al Palco Real de Wimbledon , el protocolo indica -ordena- que hay que estar “adecuadamente vestido”. Esto es: saco, corbata, zapatos. Sin excepciones. Seas quien seas. Por ejemplo, el campeón de la F-1. Así, Hamilton no pudo ver la final de ese año entre nada menos que Roger Federer yNovak Djokovic .
En 2015, Lewis Hamilton fue con camisa hawaiana. Y lo rebotaron.
No fue el único. En 2017, algo similar le pasó a otro piloto campeón mundial de la F-1: el alemán Nico Rosberg. No lo dejaron entrar al Palco Real porque no llevaba medias: “Por suerte, Wimbledon me dio algunos calcetines porque estaban preparados para personas ignorantes como yo y pude disfrutarlo”.
David Beckham, en 2019, en el Palco Real. Para sentarse ahí hay que estar de saco y corbata.
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En ese mismo 2017, la hermana menor de la princesa Kate Middleton, esposa del príncipe William, duque de Cambridge y segundo en la sucesión del trono, hizo algo inaceptable: llegó unos minutos tarde a un partido de Andy Murray. Así, tampoco se le permitió ingresar al Palco Real. Sí, ni siquiera a la cuñada del príncipe. Ella y su madre (o sea, la suegra del príncipe) fueron enviadas a las gradas.
Catherine, duquesa de Cambridge, y Meghan Markle, duquesa de Sussex, en el Palco Real, en la final de 2019 entre Serena y la rumana Halep.
El Palco Real, sólo para elegidos…
El Palco Real (The Royal Box) del court central de Wimbledon es de los lugares más exclusivos del planeta : reservado a la realeza y aristocracia británica, en esos 74 asientos han apoyado sus nobles y distinguidos culos desde el rey George V hasta David Beckham y Victoria Adams, pasando por la reina Isabel II, el príncipe Carlos y Lady Di, el príncipe Harry y Meghan Markle, Bobby Charlton y Sir Alex Ferguson, y la cream de la cream de Hollywood y alrededores: Barbra Streisand, Sean Connery, Jeff Bezos, Tom Cruise, Hugh Grant, Kate Winslet, Bradley Cooper, Beyoncé, Jay Z, Justin Timberlake y Claire Foy, quien interpreta a Isabel II en The Crown.
Sarah Gilbert, creadora de la vacuna Oxford contra el Covid, estuvo el año pasado en Wimbledon. Justo vio al antivacunas de Djokovic.
El año pasado, la que se sentó ahí fue Sarah Gilbert, la científica que creó en Oxford la vacuna contra el Covid. Y fue ovacionada de pie por todo el estadio. Paradojas del destino, o ironía británica, la creadora de la vacuna vio al antivacunas de Novak Djokovic contra Jack Draper.
El torneo se juega en el All England Lawn Tennis and Croquet, un exclusivo club que tiene de socios a la realeza y a los campeones de ediciones anteriores. Ser miembro es casi imposible.
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Además de ser el torneo más prestigioso del mundo, Wimbledon es una fuente inagotable de datos curiosos : se juega en el All England Lawn Tennis and Croquet Club, institución fundada en 1868 que solo tiene 565 socios. Entre ellos, hay miembros de la realeza y campeones de ediciones anteriores. Asociarse es casi imposible: hay más de mil solicitudes en lista de espera. O sea, la manera más fácil de lograr ser socio de este exclusivo club es ganar Wimbledon…
Novak Djokovic, uno de los señalados por robarse las toallas. “Dejo un espacio en mi bolso para llevármelas”, confesó.
El misterio de las toallas
En este reino de distinción y pulcritud, para cada edición se fabrican unas seis mil toallas oficiales . Pero de estas, solo se recupera un 20%. ¿Por qué? Los tenistas se las roban. Entre los ladrones más famosos de Wimbledon figuran Novak Djokovic, Andy Murray y Serena Williams . “Yo planeo dejar la mitad de mi bolso vacío o incluso uno entero para las toallas que me llevo”, ha contado Djokovic. “Tengo muchísimas en mi casa, me las quedo desde 1997”, reveló
Serena.
El pasto debe tener ocho milímetros.
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El verdadero ojo de halcón
En Wimbledon, su célebre pasto debe tener una altura de ocho milímetros. Ni uno más. Ni uno menos . Sólo el patio central posee 902 metros cuadrados y 80 gramos de césped por m2. “Son 756 semillas de pasto por gramo: en total, 54 millones de plantas sólo en la cancha central. ¿No me crees? Cuéntalas”, ha explicado Neil Stubley, el jardinero fiel de Wimbledon desde hace diez años, que llama a las 38 canchas del club “mis bebés”. Además de Stubley, otro que ha trabajado para que la hierba más famosa del mundo luzca siempre impecable es Rufus. Rufus es un halcón de casi dos kilos y alas de casi un metro , que todos los días del torneo, entre las cinco y las nueve de la mañana,custodia el tribunal central para que las palomas no arruinen la hierba . En 2012, Rufus fue robado del asiento trasero del auto de su entrenadora, estacionado en una de las calles interiores del All England Club. El caso conmocionó al país y su desaparición fue una causa nacional. Lo rescataron tres días después con una pata ligeramente herida. Toda Inglaterra
respiró.
Rufus es el halcón adiestrado para espantar palomas y, así, cuidar la hierba más famosa del mundo. En 2012 lo robaron. Apareció a los tres días.
Sentado en uno de los palcos del court central desde 1974 siempre hay un señor de sombrero negro. ¿Quién es? Se trata de David Spearing, alias el Mayordomo de Wimbledon, un británico de 83 años que vive en Abu Dhabi pero que cada torneo viaja a Londres a hacer su trabajo: recibir a los invitados y acomodarlos en los palcos. El “hombre del sombrero negro” no se ha perdido un día de Wimbledon desde hace 44 años y, por su trabajo, fue nombrado Miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico.
Los y las tenistas solo pueden jugar con ropa blanca.
Federer: “Son demasiado estrictos”
Como ya es leyenda, en Wimbledon los tenistas solo pueden jugar vestidos de blanco. Ni crema. Ni marfil. Blanco. Apenas pueden tener una línea de color en el cuello o mangas, pero no deben superar el centímetro. Este dress code se reglamentó oficialmente en 1963 , pero comenzó muchísimo antes, en la época victoriana, cuando durante los veranos las clases altas transcurrían sus horas de ocio jugando al tenis o al cricket, completamente de blanco para que la transpiración (qué horror) no dejase marcas en sus prendas. Esto, además, los diferenciaba de las clases bajas que no podían usar ropa blanca, ya que se les ensuciaba en sus labores de pobres proletarios.
David Spearing, “el hombre del sombrero negro”, ha sido siempre uno de los personajes más famosos de Wimbledon. Salió en una nota del diario The Sun.
Así, en 2015, una jueza paró un partido al descubrir que a la canadiense Eugenie Bouchard le asomaba un bretel del corpiño de color negro. Algo parecido le pasó en 2017 al austríaco Jurij Rodionov: empezó a sudar y, oh my God, el juez se percató de que su ropa interior era azul. Rodionov debió ir al vestuario a cambiarse y, al volver, una supervisora le pidió que le mostrase su calzoncillo para cerciorarse de que esta vez sí fuera blanco.
“A mí una vez me hicieron cambiar la campera durante un entrenamiento. Era clara, pero no absolutamente blanca, así que tuvieron que traerme una del torneo porque de lo contrario tenía que abandonar la cancha”, contó alguna vez el entrenador Toni Nadal, tío de Rafa y su ex entrenador.
Federer en su debut en 2013 salió con zapatillas de suela naranja y fue advertido. Sí, Federer, que ya había ganador siete veces el torneo…
Lo más escandaloso que hizo Federer en su vida ocurrió en la primera ronda de Wimbledon 2013. Apareció en el court central de blanco, sí, pero con un detalle inquietante en sus zapatillas Nike: las suelas de color naranja. ¡Vaya descaro! La organización no lo pasó por alto: a Federer, ya en ese 2013 siete veces campeón de Wimbledon, se las hicieron cambiar para la segunda ronda y no sólo eso, al año siguiente, redactaron una regla, como para que no hubiera confusiones: “Las zapatillas deben ser blancas casi en su totalidad, incluyendo las suelas. Los logotipos de los fabricantes en gran tamaño no son admisibles”. “Blanco, blanco, blanco, todo blanco sobre blanco. Es mi opinión: son demasiado estrictos”, se quejó Federer. Sí, Federer.
Otra tradición: durante los partidos se comen fresas con crema. La leyenda indica que el rey Jorge V, nombrado en 1911, las introdujo en el torneo. En las dos semanas que dura Wimbledon se pueden consumir unos 28.000 kilos de fresas.
A los organizadores de Wimbledon hay que reconocerles algo: en ese reino de excelencia y exigencias, de una perfección hecha obsesión, de toallas que deben estar milimétricamente acomodadas sobre las sillas, existe algo que no suele verse: igualdad. En eso de ser jodidamente estrictos, los ingleses no hacen distinciones ni concesiones. Seas Hamilton, Federer o la hermana de la princesa, las reglas son las reglas. Iguales para todos.
Andre Agassi, que no lo jugó por tres años, se ajustó a las normas y se vistió de blanco en 1991. Al año siguiente ganó el torneo.
Por esto de tener que vestirse todo de blanco fue que Andre Agassi se negó a ir a Wimbledon por tres largos años: de 1988 a 1990. Agassi, la melena rubia leonina a lo Poison, las calzas fluo, los shorts vaqueros como si estuviera paseando por Palm Beach y las gafas de sol Oakley para ocultar sus ojos rescatados, claramente no cuadraba en ese universo de decoro, tradición y recato llamado Wimbledon . Pero la vez que este tenista célebre por su look provocó más impactó, fue en 1991: el número uno más transgresor de la historia del tenis apareció en Wimbledon de riguroso blanco (y al año siguiente lo ganó). Ian Hamilton, por entonces director de marketing de la sección de tenis de Nike, lo había anticipado en la previa al torneo: “Lo único que puedo decir es que todos se llevarán una sorpresa con la ropa de Andre”. Y así fue.
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Tan grande debe ser la sensación de pararse sobre ese rectángulo de hierba recortada a ocho milímetros que llevó a Andre Agassi, el rebelde, el chico malo del tenis, el elefante dentro de la cristalería, a hacer lo que nunca hacía: ajustarse a las normas . “Wimbledon es el lugar donde aprendí a inclinarme. El sitio donde aprendí a aceptar ya apreciar la tradición”.
Fuente Olé