«Yo he legalizado cocaína gracias al arte»

Cocaína, las FARC, Pablo Escobar: hablamos con Edinson Quiñones, el narco-artista colombiano

magen superior: Alba Muñoz/ El resto de fotografías pertenecen a obras de E.Quiñones.

Edinson Quiñones apoya sus dos dedos anulares sobre la mesa. Son más delgados que el resto: «Yo he luchado, he sangrado en Popayán. Perdí un dedo en 1995 y otro en 2005, por cortes de machete». Se explica: « Los colombianos hacemos esgrima con machete. Es una derivación marginal de lo que nos enseñaron los españoles. Aprendí de niño y he sido buen peleador. Como puede ver, estoy sano».

Quiñones se ha convertido en un artista conocido por utilizar la coca —en todas sus facetas— como materia prima para sus obras. Para su performance Entre Polvo y Piel en una galería colombiana en 2013, utilizó a una modelo desnuda como mesa para dibujar con polvo blanco. Seguidamente, el mismo artista y parte del público se hicieron unas rayas.

Antes de ser un narco-artista, Quiñones fue recolector de esta planta, trabajó en un laboratorio de procesado droga, fue delincuente y pandillero. Y ahora no puede ser más oportuno: dos días después de que ganara el «no» al acuerdo de paz con la guerrilla en su país, Quiñones se encuentra en Barcelona. La ciudad está repleta de paneles publicitarios sobre la serie de Pablo Escobar.

«Donde yo vivo un gramo de cocaína cuesta 3.000 pesos (1 euro)»

El verdadero motivo de su visita es que este fin de semana se estrena la funciónEl perico tumba la paloma, de Marc Caellas, que bebe de la obra del colombiano, y en la que el mismo Edinson Quiñones participa.

Nació en Villa Losada en 1982. Lo primero que aparece al buscar en pueblo en Google es «masacre».

Está en el departamento del Huila. Mi familia tuvo que desplazarse por la violencia otra vez, ya que mi padre ya fue desplazado por la violencia cocalera en los años 80. Dejé mi casa con 13 años.

¿A dónde fueron?

A Popayán, a la ciudad. Pero llegamos en una época muy complicada. En 1983 había habido un terremoto muy fuerte, se cayó todo Popayán. Mis padres aprovecharon y construyeron una casa invadiendo terrenos del Estado. De ahí nace toda mi obra.

¿De las ruinas?

De mi pérdida de conexión con la tierra. Mientras vivimos en Bolívar-Cauca, mi padre cultivaba la coca. Mi abuela era indígena. Empecé a entender la planta, a trabajarla. Allí era lo más natural, no se sabía nada de lo que ocurría después. Más tarde la procesábamos, lo que también era natural. La problemática la entendí en la ciudad, cuando vi que la gente consumiendo polvo blanco y amarillo.

Cuando fue a la ciudad, ¿siguió cultivando?

Era un trabajo común y corriente. De hecho, cuando ya empecé a estudiar artes en la universidad, iba todas las tardes a un sector cocalero del sur. Cosechaba y sembraba. También estuve en un laboratorio. Una vez no me pagaron con plata, sino con el mismo producto, que también era dinero. Por entonces había trueque y era moneda de cambio.

¿Qué hizo con la cocaína?

Tuve curiosidad y la probé. En Colombia el consumo es muy normal, es demasiado económica. Donde yo vivo cuesta 3.000 pesos el gramo (1 euro). Pero también empecé a hacerle fotos, a escribir cosas sobre el perico.

«Para mí, un robo sin violencia es una obra de arte»

¿Lo que ha marcado su obra es la pérdida de la inocencia respecto la planta que cultivaba con su familia en el campo?

Yo narro toda mi vida con mi arte y la coca es una parte muy importante. Sobre todo me han pasado cosas malas. No tuve infancia, de niño conocí la violencia, y pronto entré en un correccional, a los 11 años.

¿Por qué?

Agredí a otro en una pelea del barrio. Pero en la cárcel conocí el arte. Recuerdo mi primer grafiti en la celda, siempre escribía el mismo texto: «En este lugar donde reina la tristeza, no se castiga el delito sino la maldita pobreza».

¿Cree que su detención fue injusta?

Yo estaba allí por no tener abogado. Había gente que había cometido delitos graves y salía muy pronto. Me daba rabia, agredía la pared. Era algo que hacían todos. Todos se manifestaban en silencio. Porque en la cárcel las cosas no se hablan, uno mismo se sana.

¿Por qué dice que aprendió el arte en la cárcel?

Yo había herido a una persona por miedo, pero en la cárcel aprendí el delito. Todos los que estaban allí eran artistas. Eran como mi abuela cuando me contaba el cuento del Guando, un cuento tradicional indígena. Había hombres que contaban cuentos contemporáneos sobre sus hechos y fechorías. Eran capaces de reunir a mucha gente en un círculo, eran mayores, poseían el conocimiento.

¿Aquellos presos fueron sus maestros?

Conocí abogados que no eran abogados, filósofos que no eran filósofos. Nunca formados, sino en la vida. Para mí era importante leer los libros que caminan. Cuentan de forma expresiva y honesta lo que les sucedió. Eso cura, se vuelve filosofía, te sana a ti y a otros. Ese es mi ejercicio en el arte.

¿El objetivo de su obra es sanar a los demás?

A mí me pasó de todo, fui delincuente. Otros muchachos pueden hacer arte y apartarse de la violencia. Vengo de un barrio marginal donde esto es necesario.

Después de muchos años con un tatuaje del Dios de la coca en el hombro, decidí arrancármelo. Se volvió un dios de la cocaína

¿Qué opciones tienen los chicos de su barrio?

En Colombia tenemos tres opciones en la vida. El delito es uno: narcotráfico, sicariato, robo. Está ahí desde que somos niños. Después está el servicio militar. Los pobres son los que prestan servicio militar, nunca los ricos. En mi época la tercera opción era ir a España. Yo probé las tres.

¿Qué pasó?

Mis padres querían que viniera a España a ganarme la vida. Por esa época yo ya tenía enemigos, pero me negaron la visa y no pude viajar. Ahora lo agradezco. Del servicio militar me echaron por ser tan casposo.

¿Qué significa?

Yo había manejado armas. Si te pasan un AK-47 y una persona te jode la vida con ese poder que tú tienes… Tener un arma es como si te creciera el pene, eres más fuerte. ¿Cómo me voy a dejar? Apunté y ya.

Entonces me echaron, dijeron «este man nos mata».

Y terminó yendo a la universidad por eliminación.

Era mi última opción, la que no quería. No gasté mucho dinero durante la carrera porque me lo inventaba todo. Entendía que yo sabía mucho más que ellos. Tengo experiencias consagradas porque me han dolido demasiado.

¿Cuáles son?

La pérdida de mis abuelos. Cuando nos desplazamos los perdí, mi abuela murió y no fui capaz de grabarla. Solo recuerdo sus historias de la naturaleza, su conocimiento de las plantas. Nos tuvimos que ir por una violencia absurda y terminamos en el Cauca, con más violencia absurda. Perdí todo.

Eso enlaza con la performance de 2012 en la que te arrancaste un tatuaje. Te arrancaste la piel.

Me dolió muchísimo que mi mamá entrara en un profundo silencio después de que la abuela muriera. Prefiero que me peguen a que no me hablen. Después de muchos años con un tatuaje del Dios de la coca en el hombro, decidí arrancármelo. Para mí se volvió un dios de la cocaína. Pero lo hice para que mi mamá me curara la herida, para tener contacto con ella.

¿Qué otras vivencias dolorosas han pasado a tu arte?

La limpieza social. El Estado soluciona las cosas haciendo desaparecer o matando a la gente; contrataba a un ejercito camuflado de civil para que ejecutara personas de barrios marginales, mataban pelados que no tenían nada que ver con el conflicto. Muchos de mis amigos murieron. Eso generaba aún más violencia.

¿En qué sentido?

En el Huila actuó la guerrilla y también estaba metido el ejército. Al Cauca llegamos los desplazados del campo. Y cuando la limpieza social llega a los sitios marginados y se mata a gente que viene de la violencia campesina, la gente se vuelve un monstruo.

A mí me afectó mucho. Pasé por pandillas, muy resentido con el centro. Entendía que ellos eran los que nos mandaban la policía, pagaban para que nos mataran, crecía con resentimiento hacia los ricos.

¿Ya no lo siente?

Me logré salvar alejándome un poco, con otros amigos y perspectivas. Pero mis hermanos viven con un resentimiento muy fuerte. Por eso les digo que hagamos arte. Yo no tengo necesidad de disparar un arma si puedo hacer algo que me manifieste.

La vida del bandido es muy corta. ¿Por qué no puedo ser un bandido del arte?

¿Qué opina del «no» al acuerdo de paz con la guerilla?

Yo vengo de un departamento donde todo el mundo dijo sí. Tiene que venir Medellín, Bogotá, las capitales que nunca estuvieron afectadas, a votar no. La gente que vive realmente el conflicto no es escuchada.

Pero ya nos quitaron el miedo a morir. La gente ya convive con eso, con el guerrillero, con el paramilitar. Nosotros heredamos la violencia, somos violentos por naturaleza. Solo el arte es la esperanza.

Todo el mundo critica al que te roba el celular o una cadena, pero nadie critica al que te roba la educación

¿Está ayudando a sus amigos?

Ya tengo a 10 detrás que se están formando. Y son del barrio. Con un pelado que yo salve él salva a otros diez. Piensa que no había oportunidades, yo logré tener una y trato de jalar a los demás.

Todo el mundo critica al que te roba el celular o una cadena, pero nadie critica al que te roba la educación.

¿Cómo les convences de hacer arte?

Yo fui un delincuente y ahora soy artista. Les digo que con el delito hago arte. «Bueno huevón, ya me aburrí, perdí toda mi infancia. Pasé la mitad en la cárcel y la otra mitad huyendo de una persona que quería matarme. Y todo por una bicicleta que me robé». He peleado, he sangrado. ¿Cómo no me van a creer?

Nosotros también somos importantes. Hay una sabiduría, una honestidad. Somos víctimas de un conflicto y podemos generar algo positivo.

¿Está a favor de la legalización de la cocaína?

En el Cauca todo el mundo vive de la coca. Fue Bayer, la farmacéutica, la que lo cambió todo. Creó la heroína, y después la cocaína para paliar la adicción a la heroína. Robaron el conocimiento indígena para sintetizarlo. Tiene todos los componentes químicos, las semillas, la patente, tiene todo regulado. El veneno siempre lo ha tenido Bayer.

Pero en las farmacias ya no se vende cocaína.

Está en la lidocaína, en anestésicos. Como el trago, como el cigarrillo, si se regula y se vende en cada esquina deja de ser tanto negocio. Creo que sería una solución y Colombia crecería, porque de la coca no solo se saca el polvo blanco, hay harinas, aceites.

No creo que se legalice porque el negocio es demasiado redondo. Ya lo dice el mito indígena: el día que el hombre blanco toque la hoja de coca sagrada, será la perdición.

«¡El arte es mágico como la cocaína! Todo lo legitima. Se puede hablar de cosas que ni siquiera el periodismo puede tocar»

¿Qué hay del mito de Pablo Escobar? ¿Sigue vivo?

Para los comunes sí, claro, para las élites no, porque les hizo daño. Escobar salió de lo marginal también, era un pelao muy inteligente.

¿Se identifica con él?

Me identifico con su forma de pensar, cómo su malicia lo llevó a un punto fuerte. Puedo ser un delincuente y un narcotraficante, pero también puedo ser un artista. La vida del bandido es muy corta. ¿Por qué no puedo ser un bandido del arte?

Yo veo una estética en un robo sin violencia, sin sacar un arma. Para mí eso es una obra de arte. He visto cómo entrenan en la cárcel, como un pintor que pinta todos los días. La estética marginal es bella.

¿Trata de democratizar el arte llevándolo al mundo marginal?

El arte es de la élite social. El pobre no compra arte, pero la realidad es de él. Trato de crear una historia periférica caucana, porque es universal. El delito es universal, la droga es universal, la muerte es universal. Como una cancha de fútbol.

Ha llevado cocaína a Alemania, Noruega y Suecia para sus exposiciones. ¿Ha tenido problemas?

Hago visible lo que todo el mundo sabe que está y se esconde. Nunca tuve problemas.

Ha dicho alguna vez que el arte revaloriza lo ilegal. ¿Le parece un mundo hipócrita?

He legalizado cocaína gracias al arte. El arte le da valor a la coca, la revaloriza, la vuelve legal. ¡El arte es mágico como la cocaína! Todo lo legitima. Se puede hablar de cosas que ni siquiera el periodismo puede tocar.

Algunas de sus obras son realmente perturbadoras. Filma autopsias, utiliza huesos humanos, cuerpos momificados, automutilaciones, sangre. Un día esnifó una ralla de su propia sangre.

Cuando consumes financias una bala, un desplazamiento. Yo soy muy consciente de eso: esa línea blanca, en Colombia es de sangre. Y acá para la gente es sólo felicidad. Mi trabajo es mostrar e incomodar con las consecuencias. Yo soy una consecuencia.

Origen: «Yo he legalizado cocaína gracias al arte»

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